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lunes, 2 de enero de 2012

Libros virtuales

Los lugares virtuales conforman una nueva geografía que permanece invisible para nuestros sentidos directos. Pero que sólo sea detectable mediante intermediarios electrónicos no significa que esta geografía esté tan desvinculada de la realidad como para no afectarla con su simple existencia. Los lugares virtuales comparten tantos aspectos con los lugares reales que incluso pueden ser nocivos para el medio ambiente.


Su incidencia en el mundo real ya ha sido estudiada y calibrada, y se ha determinado que los lugares virtuales no son puros e inmaculados como ingenuamente creíamos.
 Por ejemplo, el buscador Google, que ya funciona como una especie de biblioteca de Alejandría, no genera una cantidad de dióxido de carbono tal y como lo haría una biblioteca de semejante tamaño. Pero lo hace. Y más de lo que imagináis. Una simple búsqueda en el buscador genera unos 7 gramos de dióxido de carbono. Para que os hagáis una idea de la cifra, hervir una tetera produce unos 15 gramos. Y es que Google funciona mediante electricidad, y la electricidad es real.
 La electricidad se genera principalmente mediante la combustión de combustibles fósiles como carbón, petróleo o gas. Una simple búsqueda en Google contribuye en el cambio climático del planeta. El mundo digital acarrea unos costes directos e indirectos que aún se están calculando. Google, por supuesto, ha replicado con datos que evidencian que su consumo es menor que el anteriormente dicho, que fue publicado por un doctor en Física de la Universidad de Harvard.

Como también pone en duda otro rumor que corre por ahí que advierte que si el fondo del buscador fuese en negro en vez del actual blanco, se ahorrarían miles de euros al año. La teoría no es consistente, pues se basa en cálculos de consumo energético de pantallas CTR, las de tubo de toda la vida. Hoy en día, sin embargo, el 75 % de los consumidores ya usan pantallas planas TFT, que no diferencian su rango de consumo por el color de los fondos.

Una persona influye en la ecología. Pero una persona virtual, una maraña de bits, como son los avatares del mundo paralelo de Second Life, consume tanta electricidad como el ciudadano brasileño medio, según el artículo de Tyler Pace Digital life identity crisis: tales of security and sustainability.

El libro digital es más sostenible, pues supone la eliminación de hidrocarburos, transporte, supresión de pigmentos, ácidos, cloro, tintas industriales y demás. Sostener un libro en tus manos supone un costo energético incalculable que incluye la fabricación del propio libro, pero también la tala de árboles, el transporte de los troncos a la serrería, el funcionamiento de la fábrica de papel, el combustible de los empleados de esa fábrica de papel, la fabricación de librerías y estanterías para exponer el libro y un interminable etcétera.

Todo lo virtual, aunque en apariencia parezca inexistente, puede tener muchos más componentes e influencias en la realidad de lo que en un principio podríamos imaginar. Y con el transcurso del tiempo, los lugares virtuales cada vez serán más reales.
 Bibliografía: La dinámica de la comunicación masiva, Dominick Joseph R., Editorial, Mc Graw Hill, octava edición.

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