PERIODISMO EN
MÉXICO
Las bases del periodismo en nuestro país se remontan a la época
colonial, en el siglo XVI, cuando circularon por las calles de la capital de la
Nueva España los famosos pregoneros, que a pulmón abierto gritaban en plazas
públicas o sitios de gran concurrencia como los mercados, las noticias de
actualidad. Obviamente que esta labor era realizada bajo la supervisión de las
autoridades coloniales, que a través del cabildo otorgaban permiso expreso a
estos ingeniosos hombres.
La llegada de la
imprenta a México ocurre en 1539, cuando a instancias del arzobispo Fray Juan
de Zumárraga llega a radicar en la capital de la Nueva España el impresor
italiano Juan Pablos. De manera paulatina se fueron instalando más talleres de
impresión con lo que inicia la circulación de hojas volantes. La primera de
ellas que se impresa en nuestro país es el Mercurio Volante, editado en 1693
por el intelectual Carlos de Sigüenza y Góngora, con noticias de carácter
histórico y científico.
Una de las hojas
volantes más antiguas que se conocen y que ha servido como fuente de datos para
varios historiadores es la Relación del terremoto de Guatemala, evento que
ocurrió en noviembre de 1541, aunque el volante circuló en México hasta 1542.
En enero de 1722, el
clérigo católico y doctor Juan Ignacio de Castorena y Ursúa funda la Gaceta de
México y noticias de Nueva España, considerado como el primer periódico de
México, donde publica informaciones religiosas, oficiales, comerciales,
sociales, mineras y marítimas. Este órgano mensual duró de enero a junio de ese
año.
Desde entonces, los
periódicos y las hojas volantes en México y en el resto de Hispanoamérica
tuvieron una utilización práctica. Jorge Calvimontes en su libro El Periódico
establece que en una gaceta de la época colonial (1760) era posible encontrar
una columna de acontecimientos o la historia de la época, un ensayo de origen
local o importado sobre cualquier tema, desde astronomía hasta el cultivo de
las zanahorias [...] En las colonias el periódico se popularizó porque se
adaptaba perfectamente a los requerimientos de hombres ocupados que tenían gran
necesidad de información práctica sobre todos los temas en palabras sencillas
Bibliografía: La dinámica de la comunicación masiva, Dominick Joseph R., Editorial, Mc Graw Hill, octava edición
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