Este jueves 19 de septiembre se cumplen 28 años de una de
las peores tragedias que ha resentido el país en toda su historia. A las 7:19
horas la ciudad de México se estremeció con un fuerte temblor de tierra que en
poco más de dos minutos causó innumerables muertes y destrozos por toda la
capital de la república. Después de esos 38 años coinciden de nueva cuenta los
meses y los días: hoy es nuevamente jueves 19 de septiembre, y en lugar de
temblores, las inundaciones están a la orden del día y superan ya los
damnificados del 85.
El terremoto del 19 de septiembre de 1985, fue el más
mortífero y destructivo que se ha registrado en la historia de la ciudad de
México[2]. El epicentro se localizó en las costas de Michoacán y Guerrero,
rotura del contacto entre las placas de Cocos y de Norteamérica, en una
extensión de 50 km x 170 km y unos 18 km de profundidad. Su magnitud fue 8.1,
según informó el Instituto de Geofísica de la UNAM, con una duración de casi
cuatro minutos, de los cuales, un minuto y treinta segundos corresponden a la etapa
de mayor movimiento.
Esa mañana, un trágico despertar dejó a su paso: muertos, heridos, desaparecidos, damnificados, edificios públicos, privados y casas habitacionales destruidas; inmuebles en peligro de caer; interrupción en el servicio de agua, energía y teléfonos; fugas de agua y gas; múltiples rupturas en el asfalto y la paralización total en el servicio de transporte colectivo.


Los edificios de gobierno derrumbados fueron el de la Secretaria de Trabajo, FONACOT, SECOFI, el recientemente estrenado Instituto Mexicano de la Radio, una de las torres del conjunto Pino Suárez, tres pisos del ala norte del conjunto de la Secretaria del Consumidor. También se anunció el derrumbe del edificio ocupado por la Policía Judicial Federal. Múltiples viviendas populares de las colonias Roma, Morelos, Guerrero y Tepito también se vinieron abajo.
En diciembre de 1985, sólo tres meses después del temblor que cimbró a la ciudad de México, el escritorCarlos Monsiváis publicó un artículo que tituló "Víctima de su vulnerabilidad, la sociedad civil va callando", en el que echaba abajo el mito de la solidaridad de las personas ante la tragedia.
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Al desencanto se sumaron más escritores y periodistas y plasmaron en papel el testimonio de muchas personas que se atrevieron a revelar que no todo fue heroísmo, que también hubo saqueo, oportunismo, morbo, indiferencia, crueldad y silencio.
Fuentes:
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