Los
lugares virtuales conforman una nueva geografía que permanece invisible para
nuestros sentidos directos. Pero que sólo sea detectable mediante
intermediarios electrónicos no significa que esta geografía esté tan
desvinculada de la realidad como para no afectarla con su simple existencia.
Los lugares virtuales comparten tantos aspectos con los lugares reales que
incluso pueden ser nocivos para el medio ambiente.
Su
incidencia en el mundo real ya ha sido estudiada y calibrada, y se ha
determinado que los lugares virtuales no son puros e inmaculados como
ingenuamente creíamos.
Por
ejemplo, el buscador Google, que ya funciona como una especie de biblioteca de
Alejandría, no genera una cantidad de dióxido de carbono tal y como lo haría
una biblioteca de semejante tamaño. Pero lo hace. Y más de lo que imagináis.
Una simple búsqueda en el buscador genera unos 7 gramos de dióxido de carbono.
Para que os hagáis una idea de la cifra, hervir una tetera produce unos 15
gramos. Y es que Google funciona mediante electricidad, y la electricidad es
real.
La
electricidad se genera principalmente mediante la combustión de combustibles
fósiles como carbón, petróleo o gas. Una simple búsqueda en Google contribuye
en el cambio climático del planeta. El mundo digital acarrea unos costes
directos e indirectos que aún se están calculando. Google, por supuesto, ha
replicado con datos que evidencian que su consumo es menor que el anteriormente
dicho, que fue publicado por un doctor en Física de la Universidad de Harvard.
Como
también pone en duda otro rumor que corre por ahí que advierte que si el fondo
del buscador fuese en negro en vez del actual blanco, se ahorrarían miles de
euros al año. La teoría no es consistente, pues se basa en cálculos de consumo
energético de pantallas CTR, las de tubo de toda la vida. Hoy en día, sin
embargo, el 75 % de los consumidores ya usan pantallas planas TFT, que no
diferencian su rango de consumo por el color de los fondos.
Una
persona influye en la ecología. Pero una persona virtual, una maraña de bits,
como son los avatares del mundo paralelo de Second Life, consume tanta
electricidad como el ciudadano brasileño medio, según el artículo de Tyler Pace
Digital life identity crisis: tales of security and sustainability.
El libro digital es más sostenible, pues supone la
eliminación de hidrocarburos, transporte, supresión de pigmentos, ácidos,
cloro, tintas industriales y demás. Sostener un libro en tus manos supone un
costo energético incalculable que incluye la fabricación del propio libro, pero
también la tala de árboles, el transporte de los troncos a la serrería, el
funcionamiento de la fábrica de papel, el combustible de los empleados de esa
fábrica de papel, la fabricación de librerías y estanterías para exponer el
libro y un interminable etcétera.
Todo lo virtual, aunque en apariencia parezca inexistente,
puede tener muchos más componentes e influencias en la realidad de lo que en un
principio podríamos imaginar. Y con el transcurso del tiempo, los lugares
virtuales cada vez serán más reales.
Bibliografía: La
dinámica de la comunicación masiva, Dominick Joseph R., Editorial, Mc Graw
Hill, octava edición.